El día que mi esposa, Brenda, salvó mi vida

Un día como hoy, hace 32 años, el 1 de mayo de 1986, Dios tuvo a bien utilizar a mi esposa Brenda Parada para salvar mi vida.

Yo estaba de alta en el Batallón de Paracaidistas de la Fuerza Aérea Salvadoreña y Brenda estaba de alta en el ejército de Estados Unidos en Panamá. Yo tenía libre ese día por ser asueto nacional y no estar de servicio ni de emergencia. Ese día casualmente salía a Panamá un avión militar DC-6 que iba a dejar personal a entrenamiento y regresaba esa misma noche. Yo obtuve permiso para ir de pasajero para ver a mi esposa.

Cuando le hablé por teléfono a Brenda el día anterior para avisarle y pedirle que tomara el día libre, ella me dijo que no podía, pues su jefe estaba fuera del país y la había dejado a ella al mando de la unidad. Triste por no poder ver a mi esposa, opté por llevar a mi mamá y a mis hermanas a la Costa del Sol y la pasamos muy bien.

Sin yo saberlo hasta regresar de la playa al final del día, el avión DC-6 explotó en el aire minutos después de despegar del aeropuerto militar de Ilopango. Las 37 personas a bordo fallecieron, incluyendo personas a quienes conocía y les tenía aprecio. Yo me di cuenta del accidente hasta regresar de la playa al final del día y escuchar que el teléfono estaba sonando incesantemente. Eran los tiempos antes del celular. Brenda había estado llamando a la casa todo el día sin que nadie contestara el teléfono. Ella temía lo peor. Pero se puso muy feliz al escuchar mi voz.

Al enterarme de lo que había sucedido, me fui inmediatamente a la Funeraria de la Fuerza Armada. Nunca olvidaré ver los 37 ataúdes juntos. Desde entonces le agradezco a Dios por esa segunda oportunidad de vivir. Y a mi esposa Brenda por haber sido su instrumento.

Mis respetos a mis compañeros de armas fallecidos y mis condolencias para sus familiares vivirán en mí para siempre.

Que Dios los bendiga a todos.

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