Arribo a los Estados Unidos de Norte América

Un día como hoy, hace 44 años, el 2 de agosto de 1978, llegué por primera vez a los Estados Unidos. Tuve el privilegio de ser uno de los 14 estudiantes de bachillerato salvadoreños que, después de un proceso de selección que duró casi un año, fuimos escogidos para venir a vivir con una familia estadounidense durante todo el año escolar 1978-1979, como parte del programa de intercambio estudiantil AFS. Tenía 18 años de edad.

Llegamos a Nueva York en un vuelo fletado por AFS desde Costa Rica, donde nos reunieron a todos los estudiantes centroamericanos un día antes. Ese vuelo entre El Salvador y Costa Rica fue mi primer viaje en avión.

Esta fotografía fue tomada el 2 de agosto de 1978, en una universidad de Nueva York (C.W. Post College) donde nos reunieron a todos los estudiantes de intercambio AFS que llegamos a Estados Unidos de todos los continentes del mundo, para la última orientación antes de emprender el viaje hasta los que serían nuestros nuevos hogares durante el siguiente año. Este es el grupo de estudiantes salvadoreños, antes de nuestra participación en el Talent Show en que los estudiantes de cada país compartieron algo típico de su país ante todos los demás estudiantes de todo el mundo. La delegación de El Salvador bailó Las Cortadoras.

Como nunca he tengo talento artístico, desde antes del viaje me ofrecí como voluntario para hacer la presentación inicial de tres minutos de duración, en inglés, ante los más de dos mil estudiantes de todo el mundo reunidos en el auditorium, para hablarles un poco sobre El Salvador y el baile que verían a continuación. Aún recuerdo mis palabras. En esos tiempos El Salvador era el cuarto país productor de café a nivel mundial.

Participar en ese programa de intercambio AFS fue una experiencia inolvidable que cambió mi vida. Mi participación fue posible gracias a una bella familia en el estado de Oregon, la familia Kosack, quienes abrieron la puerta de su hogar para acogerme como a un hijo durante un año. Pero primero fue posible gracias a mi mamá, que tomó un préstamo bancario para poder pagar mi cuota de participación en el programa de intercambio—que aunque no fue mucho relativamente porque era menos de lo que habrían costado mis pasajes aéreos—no teníamos ese dinero.

Desde ese viaje tuve mi propia cámara y me acostumbré a tomar fotos de donde estuviera.

Al final del intercambio, a finales de junio de 1979, todos regresamos a El Salvador. Seis meses después de mi regreso a El Salvador, ingresé a la Escuela Militar el 6 de enero de 1980.

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